INDIA deja huella.

 Después de viajar a India en más de una ocasión y deteniéndome a profundizar sobre los sentimientos  que me provoca, extraje de mi las sensaciones que reflejé en este relato ...


"INDIA: UN VIAJE HACIA EL CORAZÓN"
Cautivado por la India

       


        Generalmente los viajes son un paréntesis en nuestra vida cotidiana, pero algunas veces las vivencias que en ellos se originan nos hacen sospechar que el paréntesis está en la rutina del lugar al que de nuevo regresamos.

         Vivimos en un entorno en el que todo parece calculado; a veces nos encontramos excesivamente acomodados, incluso nos parece tener todo, aunque no experimentado, si imaginado o presentido, sin embargo nos podremos llevar una gran sorpresa si tenemos el atrevimiento de soltarnos a nosotros mismos y abandonarnos en otros lugares del mundo distintos a los acostumbrados, entre seres humanos tan similares y a la vez tan diferentes a nosotros.

         Viajar es una buena manera para conocernos mejor a nosotros mismos. Lejos de nuestro territorio, desaparece la tranquilidad que proporciona la seguridad y el conocimiento de lo que nos rodea y resurge el ser original que llevamos dentro con nuestros miedos, curiosidades, defectos, inseguridades y virtudes. Si se va acompañado, las personas que comparten el viaje, se conocen facetas hasta entonces escondidas o secretas.

        Nos damos cuenta de que aún hay mucho por conocer, por sentir y por vivir. Los parajes más extraordinarios, los seres humanos más sorprendentes, las formas de vida más increíbles. Todo eso está solamente a unas horas de nuestro aeropuerto. Esto es a la vez la maravilla y el peligro de la movilidad entre culturas que el progreso nos permite.

         Adondequiera que vayamos debemos ir con sencillez para así poder aprender y evitar poner nuestro grano de arena egocéntrico o interesado que pueda contaminar la vida de otros pueblos con nuestra cultura y nuestras creencias.

        India es un país con una fuerza especial, tan atractiva, poderosa y singular que pocos lugares de nuestro planeta se le pueden parecer. Emocionante, agotadora y relajante sobrecogerá incluso al viajero menos impresionable. Un conglomerado de personas, razas, religiones y formas de vida bullen cada día en convivencia unas veces armoniosa y otras combatiente.

        Un viaje a un destino así ha de proyectarse como algo especial. Si se visita de una forma recelosa o escéptica, protegido en una aséptica urna occidental que te defienda del espectáculo que pasa por tus ojos, ...ahora miren a la izquierda, aquí pueden tomar fotos, no se metan por esas calles...; entonces verás la majestuosidad del Taj Mahal, el alegre colorido de las calles, el exotismo de sus paisajes, pero conocerás el país filtrado tras los cristales que te coloquen delante de tus ojos, observarás pusilánime, la más absoluta pobreza de la tierra; lo soportarás peor desde la lujosa habitación de tu hotel a la que desearás llegar al final del día, para sentirte de nuevo en un lugar que a modo de embajada se parezca a la cómoda vida de tu hogar. Sentirás el deseo de regresar y volver a tomar tu cotidiana cruz a la que al menos tu hombro está adaptado.

       Permítete un espíritu viajero ávido por descubrir el alma de las cosas, sensible y a su vez capaz de vencer el miedo a lo desconocido. Un viaje así se debe realizar a la altura de nuestra sensibilidad intentando "vivir" allí, despojarse del inservible miedo. Tómate tus días en cada lugar, tu tiempo en cada rincón, tu relajación en cada ocasión. Te conmoverás al observar el Taj Mahal parándote a reflexionar que fue el amor quien lo edificó, te "mojarás" en el Ganges en un entorno en el que te parecerá vivir una película, pero lleno de realidad, de colorida vida y de humeante o flotante muerte a tu lado. Pasearás por sus callejuelas una y otra vez hasta que los dioses te tomen por los hombros y te agiten extrayéndote lo que guardas en tu interior y presentándotelo ante tus ojos. Con cuatro sencillas palabras conversarás con aquella persona tan flaca y harapienta, pero de ojos tan centelleantes que nunca olvidarás, te podrás comunicar con cada persona, con todos y cada uno de los seres que inevitable y afortunadamente encontrarás en el camino. Escúchales con tu corazón como traductor. Nada te dejará indiferente.


         Nosotros, los que habitamos en esta parte de la tierra parecemos tener especial predisposición a asimilar y contagiarnos de esos defectos humanos que nos hacen la vida tensa; por eso es fácil amar la India, hay algo allí que nos hace más sencillo vislumbrar lo auténtico. Hay algo aquí que nos dificulta incluso soñar con ello. Allí se vive más despacio y las necesidades son distintas. Nuestra sociedad nos ha hecho realmente mucho más menesterosos influyéndonos para que nunca estemos saciados de objetos y símbolos sociales.

              Al llegar a estas tierras todos tus sentidos serán llamados a despertar en ese paraíso de singulares impresiones. Unas veces tu vista será recompensada por el desfile de los más vivos colores mientras percibes una mezcla de especiales aromas que se tatuarán en tu recuerdo, otras podrás disfrutar tendido en una confortables y pintoresca embarcación en la que navegarás por un azulado lago de incomparable belleza. Al caer la tarde, llegarás a tu sencillo y entrañable alojamiento donde quizás compartas una agradable velada con algún viajero que como tú, adore esta forma de viajar, esta forma de vivir. 


    Intégrate, utiliza sus transportes, regatea los precios como si fueras uno más de la ciudad, aunque la propina que les des al final del trayecto sea la del turista compasivo. Observa y participa, superarás el agobio de los fuertemente increíbles primeros impactos tras los cuales comenzará a afluir el encanto.

        No temas internarte en los intrincados y oscuros callejones; en cualquier rincón, entre sus peculiares olores puede que encuentres una puerta de un pequeño paraíso, traspásala y observa esa mirada cristalina, esos ojos negros tan especialmente brillantes del muchacho que te mira directamente al alma. Verás en su rostro el ofrecimiento de su casa. Deja que te enseñe su ciudad, que te presente a sus amigos, que te lleve a los vendedores que le darán comisión. Prémiate a ti mismo haciéndole ese regalo de tu país que le hará tanta ilusión.

        Otras veces te cruzarás con extraños personajes, simples lugareños que les ha tocado vivir en la casta que han nacido. No te los quites de encima dándoles tus fáciles rupias, intenta compartir tu difícil alma.

               Los paisajes y la arquitectura no es lo único que nos llama la atención. Al planear un viaje de este tipo, a veces  nos imaginamos lugares de  pintorescos escenarios, así es sin duda pero lo que más nos impresionará será su paisaje humano, personas auténticas que te harán percibir la legítima carne, hueso y alma de un ser humano sin más.


                Como en ningún otro lugar, respirarás el aliento de la vida y vivirás el ambiente de la muerte. Difícil encontrar en otra parte del planeta lo asimilado que es morir, más aún cuando hay mayor esperanza de reencarnarse en una casta superior, de liberarse para siempre del Samsara, de su ciclo de las reencarnaciones, dejando al final de existir. Observa la ausencia del llanto cuando un grupo de personas incinera a un familiar en las orillas de su sagrado río, mientras su Atman, su Alma en forma de humo se eleva y percibes el olor penetrante que nunca olvidarás, a carne asada de un semejante.


        En cualquier momento nos podremos encontrar con alguna de sus múltiples ceremonias, coloristas y cargadas de religiosidad. Descalcémonos y entremos en sus templos. Tendremos la oportunidad de observar la ferviente entrega a su religión. Los rituales hindúes denotan extroversión, celebración y a la vez auténtica Fe. Resulta fascinante observar todo lo que sucede, los rituales con el fuego, el agua, el humo, con las flores de jazmín, con la sagrada arena teñida de colores, contemplar la profunda expresión de un rostro inmerso en su mantra. Cerca de los templos veremos a extravagantes personajes de largo cabello y frente pintada de blanco, los Shadus, hombres santos peregrinos de su credo y de sus dioses. Tengamos el valor que hace falta para mirar dentro de sus ojos.

         Podrás acercarte a conocer los pilares del Cielo. Allí presentarás tu pequeño ser a la inmensidad, a los dioses que los habitantes ven en las montañas del Himalaya. Descubrirás el poder de atracción de su bella y estricta inmensidad. Es muy probable que germine una eterna amistad anhelando volver allí, pues tal vez oirás esa llamada que comprende el que goza de llegar al lugar donde las nubes están entre la tierra y la mirada.

        Junto a las montañas descansarás, sentirás la paz que reporta estar en algún pueblecito habitado por tibetanos. Eso te reconfortará después del bullicio de otros lugares. Visita su monasterio, déjate llevar. Si surge, permítete ser invitado a sus hogares, compartirán contigo lo que tengan con la sencillez del que carece de casi todo revelándote la clave para que seas más feliz.

                El budismo es especialmente seductor. A medida que se profundiza en su doctrina es mayor la paz que se encuentra. Sin dogmas ni dioses, ayuda a meditar y a comprender nuestra propia naturaleza. Cautiva observar a los monjes, su mirada serena denota inteligencia y armonía, su pelo rapado, sus rasgos, su ropa azafrán y granate, su impalpable aura impregnan de serenidad y misticismo los lugares donde se hayan. Se dejan observar respondiendo a tu curiosidad con su pura sonrisa que ingenua y abierta recuerda a la de un niño. Desconocen la envidia y la avaricia, eso pertenece a otro mundo. Los tibetanos tras su exilio han impregnado con su naturaleza y costumbres los lugares del mundo donde viven, porque aunque ellos no están en el Tíbet, el Tíbet habita en ellos.

        La crudeza de la vida estará también presente. Conocerás sin buscarlo la otra verdad; la realidad también comprende aspectos amargos. En la corriente humana de las calles más alborotadas te encontrarás entre los personajes más insólitos que te atrevas a imaginar. Abandónate al atardecer entre el tumulto de la vieja gran ciudad y observa. Sus penetrantes y pacíficas miradas, sus lamentos, el sórdido modo de vida de los seres más pobres de la tierra. Es duro verlo de repente con los ojos de nuestra realidad intentándolo acoplar subconscientemente en el contexto de nuestra cultura. Comparaciones dolorosas para el viajero.

        La esperanza de vida es inferior pero allí se vive realmente cada momento. Nos damos cuenta de que los problemas que nos torturan en nuestra vida cotidiana, al pensar en ellos durante ese viaje, pierden entidad, se diluyen. Allí tener un problema es como mínimo no tener que comer ese día. Cuando regresemos, probablemente veamos la vida de otra forma porque habremos arrancado algún barrote de la cárcel de nuestras insignificantes y superfluas obsesiones con las que nos contaminamos unos a otros en esta feroz sociedad.


        Durante tu estancia habrá momentos en los que te sentirás acosado y agobiado por situaciones insólitas. Para salir airoso de ellas sólo tendrás que ser respetuoso dejándote guiar de tu intuición y no por tu miedo. A flor de piel estará el apasionamiento por lo que ves y percibes a tu alrededor. Es irremediable sentirte atraído por ciertas situaciones, por algunas de las personas que se cruzarán en tu recorrido. Es muy probable que experimentes grandes y agradables sentimientos que emergen sólo en condiciones muy especiales, te reconfortarán enormemente.

                Poco antes de entrar en el sueño, en tu pequeño hotel, en tu casa de huéspedes de las montañas o en tu casa flotante sobre el lago, reflexionarás sobre las fantásticas diferencias y lógicas semejanzas entre el lugar donde estás en este momento y de donde vienes. Si sabes algo de Ghanesa, el Dios Elefante, de la prosperidad, le agradecerás haber tenido el privilegio de realizar esta aventura.


       Un halo de encantamiento te rodeará durante todo el viaje y perdurará dulcemente en tu recuerdo después de cruzar el "puente" que te retornará a un mundo muy distinto. Ya, antes de irte comenzarás a sentir nostalgia, suspirarás por no poder prolongar un poco más tu estancia. No importa, será así porque has desenmascarado o confirmado esa atracción que siempre habías intuido hacia estos lugares y sus habitantes y habrás quedado cautivado para siempre. Regresarás, te habrás convertido en adicto suyo y cuando sientas el aviso de tu alma volverás a ese lugar sin apenas ser consciente de que ese deseo proviene del afán de viajar de nuevo a tu propio corazón.

 


Alejandro Pérez García.
buzondealejandro@gmail.com


Fotografías procedentes de antiguas diapositivas:
 











 
































  















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